Díez, Luis Mateo
TEXTO 1:
Catorce años atrás lo había hecho [el recorrido hasta la casa del crimen] en menos de media hora, apresurando el paso cuando el juez lo había requerido o en las repetidas ocasiones en que cualquier novedad suscitaba otra inspec- ción...
No vayamos a fantasear —remató en aquella mañana el Juez Moreda, cuando el comisario lo acompañó a la puerta del piso, casi sin poder disimular las prisas por quitárselo de encima—. El que vino y lo hizo, abrió y cerró, lo que implica que tenía llave... (20 y 22).
TEXTO 2:
El aire del otoño esparcía el fulgor de las hojas de los chopos en las riberas del Margo, un esplendor de partículas que se acumulaban sobre los edificios y hacia los horizontes, como si en las hojas reverberara el brillo de las pepitas de un río que en la antigüedad llevase en sus aguas el metal precioso (12).
TEXTO 3:
El somier inclinado le pareció ligeramente vencido por alguien que se hubiese sentado a un lado de él o recostado a través. Se acercó a la ventana, le costó bastante esfuerzo alzar la persiana trabada. La luz que aventó la penumbra hizo revolotear las partículas de polvo como diminutos insectos, y la voz de Cadmo volvió a resonar en sus oídos con el timbre fantasmal de la lejanía.
—Debía aconsejarle que no entrara, que se diese la vuelta (48).