Espacios narrativos CYL

Lugares literarios de Castilla y León

La lluvia amarilla

  • Año:
  • Espacio real: Pirineo aragonés
  • Espacio imaginario:

  • Autor
  • Llamazares, Julio


  • Textos representativos

    TEXTO 1:

    Pero los ojos se habitúan a un paisaje, lo incorporan poco a poco a sus costumbres y a sus formas cotidianas y lo convierten finalmente en un recuerdo de lo que la mirada, alguna vez, aprendió a ver. (37).

    TEXTO 2:

    Ha llegado el momento de volver a ese agujero irrespirable y de tumbarme como un topo debajo del tablero. Ha llegado la hora del reencuentro con ese hálito de magmas, de líquenes podridos, que impregna las entrañas de la tierra y el corazón de quien las viola y las habita. (178).

    TEXTO 3:

    Si siempre, dentro de la fosa, la inmovilidad y el silencio son para mí condiciones permanentes y obligadas, ahora, en cambio, de repente, han pasado a formar parte sustantiva de mi propia identidad. (178).

    TEXTO 4:


    Tengo que escapar de esta tierra maldita […] donde el calor y la desesperación se funden en una sustancia putrefacta que comienza a invadir ya mi cuerpo. (182).

    TEXTO 5:

    Como un río encharcado, de repente el curso de mi vida se había detenido y, ahora, ante mí ya sólo se extendía el inmenso paisaje desolado de la muerte y el otoño infinito donde habitan los hombres y los árboles sin sangre y la lluvia amarilla del olvido. A partir de ese día, la memoria fue ya la única razón y el único paisaje de mi vida. (44-5).

    TEXTO 6:

    En unas, el musgo crecía ya como una oscura maldición por los tejados. En otras, las zarzas invadían los portales y las cuadras se habían convertido en árboles auténticos, en bosques interiores cuyas raíces reventaban los muros y las puertas y en cuyas sombras anidaban la muerte y los fantasmas. Pero todas, al fin, más viejas o más muevas, aparecían ya entonces heridas por la nieve, roídas por el óxido, convertidas en refugio de las ratas, las culebras y los pájaros. (66).

    TEXTO 7:

    Yo escuchaba en la noche el crujido del óxido, la oscura podredumbre del moho en las paredes, sabiendo que, muy pronto sus brazos invisibles alcanzarían también mi propia casa. (92)

    TEXTO 8:

    Pero, a pesar de todo, a pesar de la noche, a pesar de la lluvia y del temor que me embargaba, a la luz de la linterna aún pude ver, entre las vigas y las tejas derrumbadas, una cama de niño casi intacta. Cuatro gruesas correas colgaban de sus barras […] y en medio del colchón, una piara de víboras había hecho su nido entre la lana. (75).

    TEXTO 9:

    La lluvia ha ido anegando mi memoria y tiñendo mi mirada de amarillo. No sólo mi mirada. Las montañas también. Y las casas. Y el cielo. Y los recuerdos […] todo a mi alrededor se ha ido tiñendo de amarillo como si la mirada no fuera más que la memoria del paisaje y el paisaje un simple espejo de mí mismo. (135).

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