Merino, José María
TEXTO 1:
[...] este nuevo Pablo Tomás encontró su arraigo no en un lugar real, no en una estirpe física, sino en esa Isclacerta que se erige en mis sueños y va conmigo a donde voy. (298).
TEXTO 2:
[…] no es preciso tener una etnia, una religión, un paraje ancestral, para que nuestra identidad sea vigorosa y esté cargada de historia y de leyenda, porque todas las historias y todas las leyendas, cualquiera que sea su procedencia, nos pertenecen con el mismo derecho a cada uno de nosotros, si queremos apropiárnoslas. (298).
TEXTO 3:
[...] acaso la fascinación por Isclacerta y sus leyendas me haya hecho buscar, sin conciencia de hacerlo, esta otra Isla Verdadera en que he venido a parar. (379).
TEXTO 4:
Nada existe antes del Puertorriqueño y de la primera Soledad. Al menos, no se cuenta nada de nadie, y ni siquiera parece haber estado allí la comarca donde se iba a alzar Isclacerta [...] nacen también los escenarios y hasta los muebles y los cacharros de la costumbre, la idea del pasillo y paragüero, las singladuras entre el balcón y la galería. (9).
TEXTO 5:
[Descripción de la casa:] los grandes muros de piedra, el tejado de pizarra a dos aguas, una escalinata que da paso a la puerta principal. (18).
TEXTO 6:
[La casa de muñecas] es mucho más que un juguete, es un cuento en forma de cosas, es una colección de recuerdos, es un sitio para esconderse sin tener que moverse ni agacharse, es una entrada a sitios que tú mismo puedes descubrir.
TEXTO 7:
[…] quién sabe si en el fondo los humanos no vemos en las miniaturas una réplica de nuestro mundo más tranquilizadora que el verdadero, un empequeñecimiento en que se concentra una solidez que a nuestro tamaño no acabamos de comprender […], tal vez las casas de muñecas nos ayudan a entendernos mejor. (9).
TEXTO 8:
La fachada se abriría de par en par y tú descubrirías que la estructura del edificio era la misma que la de la casa de muñecas, y entrarías en él para adquirir la inmunidad de todos los fantasmas, y acaso descubrirías entonces que los cacharritos de juguete que el abuelo construyó se adaptaban con justeza a tu mano, y que Isclacerta era en realidad una casa de muñecas y tú el sueño de su infantil propietaria. (299).
TEXTO 9:
[...] ningún destino está escrito […], que cada uno de nosotros tiene su propio tiempo. Quiero pensarlo y convencerme de que Isclacerta ya no existe. (401).
TEXTO 10:
Ya formo parte de este lugar con la seguridad de los fundadores, de los primeros habitantes. (402).
TEXTO 11:
[…] estoy viviendo estos días en Isclacerta como uno de aquellos ritos de paso que servían para alcanzar la madurez de los habitantes en los pueblos primitivos. Antes me conformaba con no saber casi nada de los que me antecedieron […], acomodado a mi propia experiencia como si fuese el centro mismo del universo, pero ahora comprendo que en todo lo que ellos vivieron hay partes, figuras, actitudes, que esperaban en mí un alvéolo familiar para incrustarse […], que han debido de acabar prendiendo en la persona que yo soy. (255).
TEXTO 12:
[...] sentiste que no estabas en mitad de la pradera, sino en el umbral de un espacio acotado por señales que no podías ver, y un paso más te produjo otra sensación distinta, la de que eras sujeto de una imprevista transformación. (296).
TEXTO 13:
[...] a largo de mi vida había ido atravesando espacios que parecían desembocar en una realidad más palpable y verosímil, como si yo hubiese ido experimentando las sucesivas salidas de sueños que se abrían a lo que al cabo venía a resultar también un sueño. (318).